Aportes a la práctica psicoanalítica

Roberto Ileyassoff


Lo que no engaña en la practica psicoanalítica es la angustia. La angustia no es sin objeto que la cause.

Este objeto es un detalle muchas veces nimio e “insignificante”, otras veces inconfesable, y que siempre aparece en el texto del decir del paciente en transferencia y dentro del discurso psicoanalítico.


1,- LA CLÍNICA DEL DETALLE


Práctica viene del griego "Prasein": obrar, poner en acto, hacer.

Es importante mantener la práctica al pie de la materiali­dad del relato, atendiendo especialmente a su textura y a su detalle. Resultando así de sumo interés que, durante el quehacer cotidiano, nos ocupemos de varios aspectos co­mo:

a.¿Qué hacemos como analistas?

Principalmente hacemos hablar,... también hablamos no­sotros,... otras veces intervenimos callando, murmurando, haciendo acto o dando soporte a distintas modalidades transferenciales.

b.¿Qué nos piden como analistas?

No solamente análisis. Las demandas van desde: aliviar su­frimientos a veces ligados a culpa o vergüenza, hastaDesde levantar sus síntomas, inhibiciones y angustias, hasta conocer sus límites, saber hacer con sus síntomas, o convertirse en analistas. lograr compañía, consejos o cariño...

Incluyamos también a quienes quieren confesarse, a los que quieren despertarse, a los que quieren seguir durmiendo, a los que demandan menos penas para satisfacerse, y también aquellos que desean encontrar su verdadero nom­bre de goce.

Vemos así. una vez más, distintas modalidades transferenciales.

c.¿Qué deseamos como analistas?

¿Qué buscamos?, ¿cómo nos damos cuenta de esto? ¿Nos conformamos solamente con producir algunos efectos tera­péuticos? ¿Queremos ir más allá de lo que nos piden?, ¿po­dremos hacerlo si el paciente no lo desea?

d.¿Qué creen los pacientes o analizantes en relación a lo que podemos hacer como analistas?

¿Qué nos exigen? ¿Cómo reaccionan frente a lo imposi­ble: piensan que existe necesariamente? ¿Intentan llegar al límite de la prueba y la verificación, de lo inmodificable e in­curable?

Si desde el inicio de sus curas tuvieran esto en la mi­ra, ¿lograrían sostener sus transferencias?

¿Cuántos sujetos pueden poner en el horizonte lo mucho que lograrán por sólo cambiar de posición subjetiva, al en­frentarse con el escaso margen de libertad que la imposibili­dad de sustituir el objeto perdido que los determina les mar­ca?

La importancia mayor de estas preguntas no reside tanto en sus respuestas sino- quizás paradójicamente- en el hecho de que cada analista, pueda planteárselas en su propia práctica.

A veces -como analistas- tenemos que someternos a ha­cer semblante de aceptar la propuesta de ciertos consultan­tes: convertirlos en ser como quisieran ser, como se los orde­na su propio ideal: pues tienen un punto simbólicamente detallado, desde donde se ven amables y si no se les posibili­ta -al inicio- hacerse la promesa de transformarse en su ideal, se escapan de la transferencia.

Lacan afirma en su ''Proposición del 67": "Al comienzo del análisis está la transferencia: lo está por gracia del que llamaremos psicoanalizante". Sin embargo, tomando en cuenta esta variedad de pedidos y modalidades transferenciales, así como las distintas ideas de los pacientes en relación al psicoanálisis: ¿valdrá la pena distinguir cuándo no trabajamos como psicoanalistas porque nuestros pacientes no nos otorgan la gracia, y cuándo no nos la sabernos ganar?

En caso de no hacer tal puntuación, ¿estaríamos descuidando el deseo del paciente, para solamente dedicarnos al deseo del analista?

Volvamos ahora a preguntarnos como al comienzo., ¿Qué hacemos?

Podríamos respondernos entonces que hacemos hablar, que hacemos trabajar al inconsciente como saber textual, y que hacemos decir "algo que se dice sin que el sujeto sepa lo que dice", como afirma Lacan en "La equivocación del Sujeto Supuesto Saber". Ese algo no es un todo.

El todo no dice nada. En algún punto, todo y nada se tocan, pues no son lo mismo en cuanto a la indeterminación. En cambio, al­go siempre es determinado y singular y remite al objeto (a).

Ese algo es un detalle, y, como tal, marca un estilo particu­lar, un deseo o una causa.

Antes de Freud se descartaban los detalles, no se los jerar­quizaba. Detalle viene de tallar, recortar. Sin el recorte todo es igual, monótono, y no dice nada. J.-A. Míller dijo: "El es­píritu del psicoanálisis sopla en los detalles"(2). Sin embargo, bastante a menudo, se confunde con el "perderse en los de­talles", aunque realmente se trate de lo contrario.

A través de un detalle valioso puesto en serie se puede or­denar la clave de un caso: pues éste, el detalle puede funcio­nar como punto de capitón o como nudo (¿cuarto nudo, síntoma, nombre de goce, o Nombre del Padre?).

A veces se identifica mejor a un paciente a través de un detalle repetido en distintos contextos, que a través de un re­lato global de su vida. Claro está que el detalle, al ser lo más revelador, es también lo más inquietante. Descubrimos así que, habitualmente, hablar al filo del detalle es lo más difí­cil en psicoanálisis.

También se puede presentar un detallismo defensivo y aburrido, cuando es puramente significante y no toca lo real del objeto. A esto -al principio de la enseñanza de Lacan- se le llamaba palabra plena y palabra vacía. La interpretación analítica siempre va al detalle, si apunta al objeto (a).

Freud inventó el psicoanálisis a través de los detalles: sue­ños, actos fallidos, lapsus. La asociación libre y la escucha flotante deshacen la continuidad de la significación, es de­cir, desmiembran el todo; hacen que el detalle "insignifican­te" surja en la superficie, mostrando su valor. El todo no es la suma de sus partes; pero el detalle repetido puede ser aquello que siempre falta, el menos uno (-1) que descom­pleta el todo otorgándole su peculiaridad. Esto se relaciona, a su vez, con la consistencia lógica del objeto a, y también con la inherencia del objeto con respecto al discurso del in­consciente. Sabemos que allí el objeto ocupa el lugar de la producción.

El detalle guarda tanta relación con el objeto como con el significante. No nos lleva a las alturas de lo inefablemen­te vago, sino que está esencialmente, o más bien, material­mente articulado al discurso, pues los detalles se "pescan" es­cuchando el decir que produce el analizante a la letra.

El detalle también tiene un sector fuera del significante, aunque sólo se lo "pesque" desde éste. El término detalle proviene de talla, trozo, pedazo, cuerpo trozado, apéndice del cuerpo.

Para el Lacan clásico, el objeto es producido por el discurso o el lenguaje, y no al revés. No es nominalista, no considera al lenguaje como medio de expresión, ni como un elemento útil para nombrar la cosa; piensa en cambio que el lenguaje la engendra, que es creacionista.

En la última enseñanza de Lacan, pese a que allí cae la autonomía de lo simbólico, -ergo también del lenguaje-, el lugar eminente del objeto (a) permanece invariable.

El objeto a de Lacan no es el objeto parcial, pues si bien tiene que ver con los apéndices del cuerpo, es dife­rente porque están incluidos en una ausencia, un cero, un vacío. La ausencia se relaciona con la castración y con el de­seo.

Cuando se incluye la ausencia (-phi de la castración) en el objeto, éste se convierte en deseado o agalmático.

El objeto deseado y la causa del deseo no son lo mismo; pero ambos tienen en común el ser particularmente detalla­dos. Hay diferencias sutiles entre detalle, objeto, agalma, ob­jeto del deseo y objeto causa del deseo; pero indudablemen­te, lo que los enlaza es la condición de ser "algo".Este "algo" es lo singu­lar y se opone al "todo”, en tanto este último es lo general e inespecífico.

Luego de haber puntualizado la estrecha relación entre el detalle y el objeto, digamos ahora que el objeto es uno de los términos del fantasma y es lo bordeado por la pulsión. El psicoanálisis se orienta, como con una brújula, con el obje­to particularmente detallado para arribar a su fin: atravesamiento del fantasma y desnudamiento de la pulsión. No olvi­demos que la angustia no es sin objeto ,por lo tanto también tiene que ver con el detalle.

Por todos estos caminos se llega al final del análisis, vale decir, a un saber sobre la posición del sujeto en relación al objeto que lo divide y lo determina. Este es un saber que, en el discurso psicoanalítico, está ocupando el lugar de la ver­dad de dicho discurso.

El detalle valioso es el más resistido, a veces es al que se le da menos importancia, el que aparece como de costado, o como una parte del sueño a la que el analizante no le da im­portancia. Otras veces se presenta como algo nimio, o inconfesable, una palabra o un gesto aparentemente insignificante proferido antes o después de la sesión.

El detalle, si bien aparece de costado, siempre aparece en el texto del decir del paciente.

Resulta entonces fundamental -durante la práctica, tanto como en las discusiones clínicas- mantenerse muy ligado a lo textual y lo particular; pues lo detallado es lo único que existe. En tanto que lo general y lo global se pierden en la vaguedad y carecen del peso de la prueba de su existencia. La regla freudiana tiene por función introducir al paciente a la dimensión del lenguaje o texto único. (*)

Hay pacientes que consideran su lenguaje como pu­ramente referencial, y lo usan para comunicar sus proble­mas y sufrimientos. Por eso hablan mucho al principio; pe­ro una vez que creen que ya contaron o comunicaron todo, se niegan a seguir hablando, se niegan a producir un hablar textual (¿hablar a pura pérdida?) dejándonos privados de nuestra "mesa de operaciones". En este punto es donde comienzan a pretender que hablemos solamente nosotros, y que los "curemos" con la eficacia, que ellos suponen, posee nuestro saber sobre lo real. En tanto, nuestro deseo de ana­listas, propone en cambio, que continúen hablando y produzcan así tex­tos detallados, desde donde se desprenda saber supuesto en el texto. Vale decir, propone que se abonen , al decir del inconsciente que es…” algo que se dice sin que el sujeto sepa que lo dice…"(3). Dicho “algo”, apunta siempre a lo real en juego en cada situación..

¿Cómo hacer trabajar al inconsciente? Dijimos que pri­mero estaba la transferencia, y por gracia del analizante. Aho­ra diremos que primero tiene que estar la interpretación, pues el inconsciente se despierta interpretándolo. Es imposible apuntar a lo real en juego en cada caso si no se hace pasar por la fuga del sentido inherente al trabajo de interpretación del inconciente.


Referencias bibliográficas

(1)Lacan, J., "Proposición del 9 de octubre de 1967...", Ed. Manantial, Serie Mayor, Bs. As., pág. 11.

(2) Miller, J.-A., Curso del l2 cíe Marzo del '89, inédito.

(3)Lacan J., "La equivocación del Sujeto Supuesto Saber", Ed. Ma­nantial, Sene Mayor, Bs. As, pág. 31.

(*) Véase: "U o 'No hay meta—lenguaje'", en Maternas II, de J.-A. Miller, Ed. Manantial.


2.- LO NIMIO Y LO INCONFESABLE.


Por un lado está lo que se sabe y es posible de decir y de hablar -si se quiere-; y por otro, lo que no se sabe que se sa­be y resulta imposible de decir o de hablar directamente. Por un lado está lo dicho y por otro de lo imposible de decir , ya sea por restarle importancia o por no querer decirlo .

La confesión de lo que se sabe tiene que ver con la reti­cencia, problemática de la que Freud da cuenta en un llama­do al pie de página en su artículo "Sobre la iniciación del tratamiento" de 1913, donde dice: "El paciente sabe que de­be decirlo todo, pero aprovecha de los preceptos de la dis­creción para crearse obstáculos y preguntar: ¿Debo decirlo todo?... creía que la regla sólo se refería a mis cosas propias y no a las que tuvieron que ver con otras personas..." "Es har­to singular cómo se hace insoluble la labor entera en cuan­to consentimos la reserva en un único punto... El tratamien­to psicoanalítico tiene que sobreponerse a toda clase de con­sideraciones pues la neurosis y sus insistencias tampoco res­petan ninguna."

La reticencia, en principio, no parece ser la dificultad mayor en la experiencia psicoanalítica; se trataría de superar la barrera del pudor con respecto a lo íntimo (lo cual no siempre resulta sencillo). Sin embargo, al avanzar descubri­mos una serie de dificultades ulteriores al tomar la reticen­cia como la omisión de algo que se debiera decir, o como la detención e interrupción selectiva de un decir. Caemos aquí de lleno en la problemática que plantea Lacan en la “ Proposición de Octubre de 1967" con respecto a saltear letras en una ca­dena discursiva: "Lo que tiene que saber el psicoanalista se articula a cadena de letras tan rigurosas que a condición de no saltear ninguna lo no sabido se ordena como cuadro del saber"(1).

Volviendo al artículo de Freud y aludiendo al "decirlo to­do", cito: "Diga usted todo lo que acude a su pensamiento y no calle nunca algo por más que le resulte desagradable comu­nicarlo."(2) El subrayado es mío, para demostrar que Freud no habla de un todo de un modo absoluto, sino más bien sólo de un algo . (véase el aporte nº 1 –Clínica del detalle-)

Hasta aquí la problemática de la confesión. Ahora, inten­tando ir más allá de la confesión, decimos que efectivamen­te el problema del levantamiento de la reticencia franca o larvada, no recubre lo inconfesable pues hay un inconfesable radical que es lo reprimido origina­rio. En toda confesión, recuerdo, o formación del incons­ciente, queda lo imposible de decir ,un resto no dicho .Muchas veces este es un detalle insignificante aparentemente nimio, otras veces francamente inconfesable pero siempre es el que permite hacer pasar y resolver el impasse del caso .


Referencias bibliográficas

(1) Lacan, J., "Proposición del 9 de octubre del '67...", Ed. Manantial, Serie Mayor, Bs. As., pág. 14.

(2) Freud, S., "La iniciación del tratamiento"- 1913, Obras Completas, Tomo XIV, S. Rueda Editores, págs. 130-131 .


3.- UN CASO CLINICO

(Pragmática de una cura a partir del objeto a)


Una intensa crisis de angustia había desordenado su vida a tal punto que los fármacos que le recetara el psiquiatra no le alcanzaban para aliviarse. Es en ese momento que consulta con el psicoanalista .Le pide que lo atienda de urgencia, que se dé prisa, pues quería evitarse una internación que haría peligrar su continuidad en su alto y prestigioso puesto de funcionario .La angustia se había desencadenado desde que le ofrecieran una promoción en dicho puesto.

Lo que fue un desorden para él, para el analista fue una ocasión para ordenar todo alrededor del afecto de angustia y usarlo de brújula para dilucidar el objeto a.

La materialidad del síntoma era la pura crisis de angustia la cual connota la producción del objeto a, efecto mayor del lenguaje sobre el goce. Dicho objeto “tetiza” la función de la prisa (1). La angustia es “lo que no engaña”, y nunca es sin objeto.

El analista aseguró un vínculo transferencial fuertemente positivo -casi “paternal”(2y 3) - y se propuso hacer pasar al paciente por la experiencia de fuga del sentido hasta que encontrase un punto de satisfacción que lo detuviera , lo aliviara y lo ayudara a saber hacer con su angustia de otro modo. En su decir, siempre insistía el gusto por mirar detalles

.La satisfacción comenzó cuando el analista le dijo:”Ese puesto no es para usted, rechácelo!”,y el paciente consintió.

Al paciente le gustaba asesorar, investigar y sobre todo mirar pero no le gustaba hablar en voz alta, y menos que nada, encarnar la voz del amo, lo cual le iba a crear dificultades en el puesto en cuestión. “Yo soy como mi papá - non parlo ma me fico- ”, “mi mamá necesitaba a papá pero admiraba al tío que tenia un vozarrón potente y era un gran empresario”.

Retomó las sesiones luego de un año de interrupción, pidió reiniciar por carta y su membrete lo designaba en un puesto aún más agalmático que el anterior ; él había podido deshacer la intriga que lo colocaba en el puesto indeseado y ubicarse en este otro más acorde a la causa de su deseo, En entrevistas posteriores trajo a su analista una hermosa foto de regalo, en ella se veía a tres campesinos mirar una hermosa planicie .Su hobby siempre fue la fotografía.


Referencias bibliográficas

(1) J.Lacan Sem 20 “Aun” clase 4 pag 63 Ed Paidós

“ Allí puede muy bien leerse, si se escribe y no sólo si se tiene oído, que ya la a minúscula tetiza la función de la prisa .”

(2) J.Lacan Sem.10 “La angustia ”clase 24 pag C364 Ed Paidós

“Contrariamente a lo que enuncia el mito religioso, el padre no es causa sui, sino sujeto que ha ido lo suficientemente lejos en la realización de su deseo como para reintegrarlo a su causa, cualquiera que ésta sea , a lo que hay de irreductible en la función del a.”

(3) J.A.Miller.”La angustia lacaniana” pag 112 Ed Paidós

“Lacan, en el seminario de “ La angustia”,esboza una nueva figura del padre , que sabe que el objeto a es irreducible al símbolo ,se trata de un padre que no se dejaría engañar por la metáfora paterna, …y que sabría remitir el deseo al objeto a como su causa... … anuncia un padre que no sería otro que el analista.”


Buenos Aires, 29 de marzo de 2008


Dr Roberto Ileyassoff

Médico. Especialista en Psiquiatria.

Psicoanalista Miembro de la Escuela en la Escuela de la Orientacion Lacaniana (A.M.E)

Profesor titular de la Cátedra de Psicoanálisis en la Carrera de Psicología de la Universidad Maimónides.